Manos artesanas visten a Jesús y María en las renombradas procesiones de Semana Santa en Guatemala

SAN MIGUEL ESCOBAR, Guatemala (AP) — Las manos que elaboran las elegantes túnicas que lucen las imponentes imágenes de Jesús y María en las procesiones de Guatemala son de artesanos que, puntada tras puntada, visten la fe de miles de religiosos en Semana Santa.

La Semana Mayor es considerada una de las celebraciones más importantes del Catolicismo y conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. La de Guatemala es reconocida internacionalmente y moverá este año, según el gobierno, a 160.000 turistas internacionales, tres millones de nacionales y unos 340 millones de dólares.

Es la única Semana Santa del mundo considerada en su totalidad como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, si bien algunas procesiones o tradiciones concretas de esta época del año —de España, Colombia, Venezuela o Suiza— también han recibido ese reconocimiento.

Walter Gutiérrez, catedrático de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala, apunta que sólo hay dos lugares en el mundo en el que viven con el mismo fervor estas celebraciones católicas: uno es Guatemala y el otro, Andalucía, en España.

Una de las procesiones más esperadas en el país centroamericano es la del Viernes Santo, llamado El Santo Entierro, donde María, Virgen de la soledad o Virgen dolorosa, madre de Jesucristo, se presenta en duelo por la muerte de su hijo.

Y este año la figura de la Virgen lucirá un manto y una túnica confeccionados por Alejandro Juárez Toledo, un reconocido artesano guatemalteco que lleva 26 años hilando para esta tradición católica y defiende sus creaciones como un arte.

De sus manos y de su taller “María Auxiliadora”, ubicado en San Miguel Escobar, municipio de ciudad vieja en Sacatepéquez, al sur del país, han nacido bordados para las imágenes que salen en procesión en El Salvador, Honduras, Costa Rica y Panamá.

Para el ajuar de luto de la madre María ha confeccionado este año, durante meses de trabajo, una túnica en terciopelo negro con rosas y floreros bordados en hilo dorado. Es tradición, según cuenta, no contarle a la iglesia de la que saldrá la imagen cómo estará vestida: para sorprender al público.

Una de las túnicas más famosas es la que el Premio Nobel de Literatura guatemalteco Miguel Ángel Asturias donó a la imagen de Jesús Nazareno de Candelaria —también conocido como Cristo Rey—, hecha en España. La entregó en agradecimiento por el galardón recibido en 1967 y la imagen la estrenó el Jueves Santo de 1969.

Los cortejos procesionales están integrados por cientos de cargadores que llevan, en sus hombros, por las calles las pesadas estructuras de madera con las imágenes religiosas veneradas. Acompañan el paso músicos y alfombras de aserrín con flores y frutas.

El manto de una virgen puede llegar a medir cuatro metros cuadrados y pesar hasta 52 libras (23,5 kilos). Para que la imagen pueda llevarlo y no se destruya la figura, se construye una especie de soporte metálico alrededor de ésta, en la que recae todo el peso.

El historiador Gutiérrez explica que las procesiones de Semana Santa son un sincretismo de la cultura europea, que llegó en el siglo XVI, y la guatemalteca. Da cuenta, además, de que se han encontrado vasijas del período clásico de la milenaria cultura maya en las que se registró la práctica de procesiones como se hacen en Guatemala, incluso acompañada de músicos.

“Hay tres cosas claves para que las procesiones hayan sobrevivido hasta hoy en Guatemala y no se hayan muerto como en otros países: son autosostenibles, se abre a la participación de mujeres desde hace más de 100 años y siempre tiene un sentido de novedad en la estética, en sus vestimentas y adornos”, explica.

La procesión más grande del país, coincide el catedrático, es la del Santo Entierro, que se realiza en cada iglesia, desde comunidades hasta grandes ciudades. “Es la humanización total, la gente va a acompañar a la gran doliente... La Virgen es determinante, pero el personaje principal es Cristo muerto”.

Al artesano Juárez Toledo, ver una de sus creaciones en esas procesiones le ha conmovido hasta las lágrimas. “El momento más importante para mí es el momento en el que se monta el bordado a la tela; allí se empieza a vivir el proceso junto al cliente, se empieza a generar una emoción mayor, se empieza a disfrutar aún más”. Cada obra podría ser observada hasta por un millón de personas, asegura el artista.

Las túnicas y tunicelas que visten a Jesús y María son, en primer lugar, diseñadas y consensuadas entre los artesanos y sus clientes, que usualmente son las hermandades o grupos que planifican las procesiones y hacen las donaciones.

Después, viene el trabajo en finas telas, como el terciopelo, para luego crear bordados en hilos dorados o plateados, generalmente en forma de flores, que serán cosidos al manto.

En el taller de Juárez Toledo hay este año 28 artesanos, en su mayoría mujeres, dedicándole ocho horas al día al trabajo para terminar a tiempo las 18 piezas que recibieron de encargo.

Pero no hace falta ser católico para vestir con dedicación a las imágenes de Semana Santa. Josefina Lino Cano dice que su religión es evangélica y ella es una artesana muy conocida en Guatemala, pese a que una de las prohibiciones de su credo es adorar imágenes.

“A mí, la gente hasta me discriminaba; no me aceptaban... Incluso en algunas iglesias, por el trabajo que hago, no me querían. Pero yo estoy agradecida con lo que hago, Dios me lo ha permitido, es mi trabajo y es honrado”, dice la artesana.

Los ajuares de Lino Cano, que pueden tomar hasta seis meses de trabajo, han llegado a venderse en El Salvador, asegura. Pueden costar unos 1.300 dólares y en época de Semana Santa elabora hasta 10 de ellos, aunque también tiene encargos para otras conmemoraciones de las iglesias o para la Navidad, por el nacimiento de Cristo.

Le hacen pedidos hasta con dos años de anticipación y sus creaciones han vestido a imágenes como la como la virgen de Candelaria y la virgen de la Asunción, patrona de la Ciudad de Guatemala.