Un joven manatí reaviva la esperanza en Amazonía para esta especie en peligro
Un joven manatí reaviva la esperanza en Amazonía para esta especie en peligro
BOSQUE NACIONAL DE CAXIUANA, Brasil (AP) — En un profundo silencio, como si estuvieran bajo un hechizo, los niños observan atentamente mientras Bacuri, un joven manatí amazónico, se desliza alrededor de una pequeña piscina de plástico. Cuando sale a la superficie para respirar, algunos intercambian amplias sonrisas. El suave susurro de las hojas de la selva, puntuado por el canto de los pájaros, añade magia al momento.
Los niños de las comunidades ribereñas viajaron durante horas en bote solo para conocer a Bacuri en la Base Científica Ferreira Penna del Museo Emilio Goeldi, el instituto de investigación más antiguo de Brasil en Amazonía. A pesar de estar en peligro de extinción, los manatíes todavía son cazados, su carne se vende ilegalmente y están cada vez más amenazados por el cambio climático. Los ambientalistas esperan que, al involucrar a las comunidades locales, Bacuri y otros como él sean protegidos.
El manatí amazónico es el mamífero más grande de la región, pero rara vez se lo ve, y mucho menos de cerca. Hay dos razones para ello: este animal tiene un oído agudo y desaparece en las turbias aguas al menor sonido, y su población ha disminuido tras ser cazados en exceso durante cientos de años, principalmente por sus resistentes pieles que se exportaban a Europa y América Central.
Para ayudar a la recuperación de la población de manatíes, varias instituciones están rescatando crías huérfanas, rehabilitándolas y reintroduciéndolas en la naturaleza.
La historia de Bacuri
Bacuri pesaba solo 10 kilogramos (22 libras), una fracción de los más de 400 kilogramos (900 libras) de un manatí adulto, cuando fue rescatado y trasladado al Bosque Nacional Caxiuana, protegido por el gobierno federal. Fue nombrado en honor a la comunidad local que lo encontró. Dos años y varios miles de biberones después, Bacuri ha crecido hasta pesar alrededor de 60 kilos (130 libras).
Tres instituciones son responsables de su cuidado. El Museo Goeldi proporciona instalaciones y educa a las comunidades cercanas. El Instituto Chico Mendes para la Conservación de la Biodiversidad asigna a dos empleados en turnos de 15 días para alimentar a Bacuri con tres biberones de leche al día, así como remolachas y zanahorias picadas, y limpiar la piscina cada 48 horas. El Instituto Bicho d’Agua (Instituto de animales acuáticos en portugués), una organización sin fines de lucro, supervisa el cuidado veterinario, la planificación dietética y la capacitación de los cuidadores.
Durante su visita, los niños aprenden que el embarazo de las manatíes hembras dura aproximadamente un año, y luego, amamantan a sus crías durante dos más, alimentándolas con sus pezones, situados detrás de sus aletas delanteras, el equivalente a las axilas en los manatíes. Este largo ciclo reproductivo es una de las razones por las que la población de estos mamíferos no se ha recuperado de la caza comercial que persistió hasta mediados del siglo XX.
También aprenden que la especie está en peligro y que son ellos quienes deben protegerla.
“Ustedes son los principales guardianes”, les dice la bióloga Tatyanna Mariúcha, jefa de la base científica Ferreira Penna, a los niños, que pasan el resto del día dibujando y haciendo modelos de Bacuri con plastilina.
El conocimiento local es clave
Con su auditorio, dormitorios, torres de observación, cafetería y laboratorios, la estación de investigación, a dos horas en lancha rápida de Portel, la ciudad más cercana, contrasta fuertemente con las comunidades cercanas, compuestas de grupos de casas de madera sobre pilotes donde las familias dependen del cultivo de yuca, la pesca y la cosecha de bayas de acai. Las excursiones escolares y el contacto con las comunidades tienen como objetivo reducir la brecha.
“Caxiuana es su hogar”, dijo Mariúcha a The Associated Press. “No podemos simplemente venir aquí y hacer cosas sin su consentimiento”.
El conocimiento local tendrá una función clave cuando Bacuri finalmente sea liberado. Es la única cría de manatí que recibe cuidado en Caxiuana. Una vez que haya hecho la transición completa a una dieta basada en plantas, pasará tiempo en un recinto fluvial antes de su liberación. Ese sitio será seleccionado en función de donde los residentes dicen que los manatíes salvajes se alimentan y transitan.
Si todo sale según lo planeado, Bacuri será el primer manatí liberado en el área de Caxiuana. Otras dos crías rescatadas en mal estado de salud murieron en cautiverio, un resultado que, tristemente, es común.
Aunque la caza de subsistencia no es una gran amenaza para la especie, algunos pescadores todavía venden carne de manatí ilegalmente en pueblos cercanos. Brasil prohibió la caza de todos los animales salvajes en 1967, con dos excepciones: los pueblos indígenas pueden cazar, y otros pueden matar a un animal salvaje para satisfacer el hambre del cazador o su familia.
El impacto del cambio climático
La amenaza de los cazadores se ha vuelto más difícil de manejar debido al cambio climático, dijo Miriam Marmontel, investigadora principal del Instituto Mamirauá para el Desarrollo Sostenible, situado a cientos de kilómetros (millas) río arriba a lo largo del río Amazonas.
Docenas de delfines murieron cerca de Mamiraua en 2023, probablemente debido a las altas temperaturas del agua durante una sequía histórica. En ese momento, los manatíes evitaron la mortalidad masiva porque suelen habitar en aguas profundas durante la estación seca, pero las recientes sequías han reducido drásticamente el nivel del agua, haciendo que estos mamíferos sean más vulnerables a los cazadores furtivos.
“A medida que el cambio climático se acelera, los manatíes pueden comenzar a sufrir estrés por calor también”, dijo Marmontel. “Asimismo, tienen un límite térmico, y éste puede ser superado en un momento dado”.
Por eso los esfuerzos de reintroducción son tan importantes.
Alrededor de 60 manatíes rescatados reciben cuidados en todo el estado de Pará, donde se encuentra Caxiuana. Bicho d’Agua cuida a cuatro de ellos en asociación con la Universidad Federal de Pará y la agencia ambiental de Brasil. Uno de los cuatro, una hembra llamada Coral, fue encontrada cerca de Óbidos y transportada por aire una distancia de 1.000 kilómetros (620 millas) a las instalaciones del instituto en Castanhal. Llegó deshidratada y con quemaduras graves en la piel, probablemente por exposición al sol.
“La población ha disminuido tanto que cada animal cazado impacta a la especie”, dijo a la AP Renata Emin, presidenta de Bicho d’Agua. “Por eso, cualquier esfuerzo importa, no solo porque un espécimen puede regresar a la naturaleza y ayudar a reconstruir la población, sino por el compromiso de la comunidad y el gobierno que inspira”.
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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.