Había pasado un mes cuando los primeros cuatro hombres decidieron saltar

Había pasado un mes cuando los primeros cuatro hombres decidieron saltar.

Innumerables barcos de carga habían navegado junto a ellos, sin embargo, nadie había acudido a rescatarlos. El combustible se había agotado. El hambre y la sed eran abrumadoras. Decenas ya habían muerto, incluido el capitán.

Se suponía que les tomaría una semana el viaje desde Fass Boye, un pueblo pesquero senegalés, hasta las Islas Canarias de España —una puerta de entrada a la Unión Europea donde esperaban encontrar trabajo. Pero más de un mes después, la embarcación de madera que transportaba a 101 hombres y adolescentes se alejaba cada vez más de su destino previsto.