La saga de un ciclista chileno atrapado en Irán con su perrito tras la ofensiva de Israel
SANTIAGO (AP) — Lo que empezó como un sueño para recorrer el mundo en bicicleta, se volvió repentinamente en una experiencia aterradora.
Tras dos años pedaleando por casi 20 países, el chileno Diego Haro y su perrito Mirlo entraron en Irán el pasado 10 de mayo. Llevaba un mes y medio recorriendo las calles del país y registrando sus impresiones en el marco de un proyecto personal, cuando todo se complicó.
El 13 de junio aviones de guerra israelíes cruzaron sin previo aviso al espacio aéreo iraní y atacaron instalaciones militares y nucleares, iniciando una guerra que apenas el martes llegó a un frágil cese al fuego y que ha dejado, por el momento, un millar de muertos y miles de heridos.
Haro y Mirlo quedaron, como otros visitantes extranjeros e innumerables iraníes, desperados por huir hacia un lugar seguro para escapar de los ataques aéreos israelíes en 12 días de guerra abierta este mes. El aventurero de 31 años y su perrito mestizo de tres años están ahora en Turquía, acogidos en casa de una familia en Yüksekova, una población fronteriza con Irán e Irak.
Está planificando ya cómo continuar ese periplo por el mundo en bicicleta que le ha llevado a Perú, Bolivia, Georgia, Armenia, Chipre y la misma Turquía. Pero desde ese lugar seguro y de descanso, aún recuerda los momentos de tensión que vivió hasta hace apenas unos días.
“En general viajar como que es una incertidumbre constante. Hay cosas que uno no cree que van a pasar, pero sucede”, cuenta en una conversación con The Associated Press por Zoom sobre los bombardeos que presenció sobre el cielo, una realidad muy lejana a la que tenía en su remota ciudad natal de Punta Arenas, en el extremo sur de Chile.
Entró a Irán sin mayores problemas por el puesto de control de Norduz-Agarak, en el sur de Armenia y a unos 700 kilómetros de Teherán. Por un mes, estuvo pedaleando por más de 600 kilómetros rumbo a la capital y durmiendo en carpas a lo largo del camino, aunque en algunas noches más afortunadas contaba con la hospitalidad de alguna familia iraní que lo acogía en sus hogares, sobre todo en la provincia de Kurdistán.
“La hospitalidad es increíble. Son muy amables, están dispuestos a ayudarte para cualquier cosa: dormir, comida, agua...”, explica.
Todo cambió el pasado día 13.
Desde su tienda, Haro fue testigo al aire libre de cómo la luz de las estrellas dio lugar al destello de los misiles israelíes que volaban e intentaban perforar las barreras de los escudos aéreos que protegen los cielos iraníes.
“Todas las noches se veían los ataques y, en el cielo, unas luces”, dice. “También tenía que estar atento de Mirlo, de que no se me escapara”, rememora.
La guerra ha matado, de acuerdo con cifras de las autoridades iraníes, a 606 personas y ha dejado 5.332 heridos. Según la organización Human Rights Activists con sede en Washington, que ha proporcionado cifras detalladas de víctimas de los disturbios iraníes, los muertos en Irán son 1.054 y los heridos 4.476.
En Israel, al menos 28 personas han muerto y más de 1.000 ha resultado heridas en el conflicto.
Con el aumento de las tensiones, las autoridades iraníes arrestaron a unas 50 personas bajo la sospecha de tener vínculos con Israel y las acusó de filmar sitios públicos y estratégicos con drones, según reportes de las agencias de noticias semioficiales Fars y Tasnim.
Si bien la mayoría del recorrido de Haro transcurrió en pequeños pueblos rurales del país —zonas consideradas relativamente seguras y alejadas de los principales blancos de la ofensiva israelí—, algunos de los ataques se registraron a unas pocas horas de distancia en coche. El chileno incluso llegó a pasar por algunos de los lugares que han sufrido ataques, como la ciudad de Tabriz, unos días antes. Decidió entonces que “no valía la pena arriesgarse” más e interrumpió su aventura de forma prematura.
Abandonó el plan de llegar a la capital mientras Teherán se vació ante las órdenes de evacuación del ejército israelí y del presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
“Sólo tenía en mi cabeza el objetivo de intentar salir pronto de Irán”, admite Haro. Los vuelos hacia y desde el país quedaron suspendidos desde el día 13.
El chileno y su perro entonces emprendieron el camino de regreso hacia Turquía. Tras pedalear más de 400 kilómetros, llegaron a Urmia, en el noreste de Irán, muy cerca de la frontera turca y donde se quedaron con la familia de un amigo.
Pero cuando la salida del país parecía cerca de concretarse, sufrió un nuevo revés.
Las autoridades iraníes endurecieron el control en los pasos fronterizos y reforzaron las revisiones internas. “Todo extranjero pasó a estar en el ojo de la policía”, percibió Haro. “Y así fue, tuvimos problemas con la policía”.
Tras sentirse observado en días anteriores, una noche que volvía de cenar hamburguesas con su amigo local en el único restaurante abierto en esa zona, fue interceptado por un vehículo con seis personas adentro, con pasamontañas y quienes portaban “unas armas que nunca había visto, armas de guerra, enormes”.
Cree que se trataba de agentes iraníes. Pero ellos no se identificaron ni como funcionarios del gobierno ni como policías.
“Preguntaban quién era, mi pasaporte, qué hacía en Irán. Pero ninguno de esos policías hablaba inglés, menos español, y yo intentaba explicarles que yo viajaba en bicicleta con mi perro”, cuenta. “De a poco fue escalando la intensidad de todo”.
Entonces lo condujeron a un vehículo y, durante toda la madrugada, estuvo dando vueltas y contestando preguntas de diferentes oficiales. Le pusieron una venda en los ojos y todos sus equipos fueron cuidadosamente revisados.
La misión de Irán ante de las Naciones Unidas no respondió inmediatamente a una petición de comentarios de la AP acerca de la detención de Haro.
“Mi cuerpo reaccionaba ante todo el miedo: yo tiritaba pero intentaba mantener la tranquilidad para contestar todo coherentemente”, explica. “Pero en mi cabeza pensaba ‘hasta aquí llegué’. Te juro, cuando tenía la venda en los ojos, estaba súper asustado pero también entregado. Ya no podía hacer nada”.
Al día siguiente, le devolvieron su pasaporte y le dieron permiso para marcharse. “Me dijeron que estaba limpio y podía ir. Al escucharlo hasta pude sonreír un poco”. Entonces, se cayeron las comunicaciones en el país y pasó cinco días sin poder hablar con sus familiares para decirles que estaba bien.
El gobierno iraní había impuesto un bloqueo de internet a nivel nacional. “Te cuento que la señal está caída en casi todo Irán”, llegó a escribir Haro en un mensaje enviado a AP el 17 de junio antes de quedarse incomunicado.
Cuando finalmente consiguió cruzar la frontera de salida hacia Turquía, fue directo a comprar una tarjeta para su celular. “Lo primero que hice fue comprar un chip y llamar a mi mamá, que no paraba de llorar”.