Kenianos exigen a su presidente cumplir promesas de campaña y combatir corrupción y violencia
Kenianos exigen a su presidente cumplir promesas de campaña y combatir corrupción y violencia
NAIROBI, Kenia (AP) — Kenianos descontentos con el presidente William Ruto sostienen pancartas que proclaman “WANTAM”, un eslogan sensacionalista que sintetiza sus empeños para desprestigiarlo como un gobernante de “un solo mandato”. Alzan sus dedos índices en el aire, diciendo que Ruto debe dejar la presidencia cuando su mandato expire en 2027.
Para otros que quieren que se vaya luego de que sólo han pasado tres años desde que fue elegido, incluso eso les parece mucho tiempo.
El quinto presidente de Kenia se convirtió en un gobernante notablemente impopular cuando sólo llevaba dos años en la presidencia, tras proponer medidas fiscales enérgicas que muchos consideraron una traición a su promesa de campaña de apoyar a la clase trabajadora. Ruto señaló que los nuevos impuestos eran necesarios para mantener al gobierno en funcionamiento.
Las protestas se intensifican
Ruto sobrevivió a las protestas contra los impuestos del año pasado, en las que miles de jóvenes salieron a las calles en un intento fallido de obligarlo a renunciar. En el incidente más violento que dejó al menos 22 personas muertas, manifestantes saquearon e intentaron incendiar el edificio del Parlamento en la capital, Nairobi. Ruto dijo que eso nunca volvería a suceder.
Ahora Ruto enfrenta una nueva ola de protestas provocadas por la muerte de un bloguero bajo custodia policial. Muchos kenianos consideraron que el incidente era sintomático de un mal gobierno en Kenia, en el que el presidente está firmemente en control del poder legislativo y del aparato de seguridad.
"Él tiene control de las instituciones, pero no tiene control de la gente”, dijo Karuti Kanyinga, analista y profesor de estudios de desarrollo en la Universidad de Nairobi. Señaló que Ruto padece de “un nivel tan bajo de confianza pública” que probablemente es el hombre más odiado en Kenia.
Probablemente Ruto permanecerá en el poder hasta 2027, pero “la violencia continuará profundizándose” a medida que los jóvenes, políticos de oposición y otros intenten hacer de él un ejemplo en una creciente campaña para reformar el gobierno de Kenia, advirtió Kanyinga.
Descontento público
Los manifestantes dicen que quieren librar al gobierno de la corrupción, marcada por el robo de recursos públicos y estilos de vida aparentemente extravagantes de los políticos. Algunos llaman despectivamente “Zakayo” a Ruto, refiriéndose al recaudador de impuestos bíblico Zaqueo, y otros lo llaman “mwizi”, que en kiswahili significa ladrón.
Los manifestantes también están enfurecidos porque dicen que Ruto cierra acuerdos constantemente. El año pasado, el mandatario se vio obligado a rescindir un acuerdo valorado en aproximadamente 2 mil millones de dólares, bajo el cual el principal aeropuerto de Kenia habría sido controlado por el conglomerado indio Adani Group.
Ese acuerdo, que se dio a conocer meses después de que las fuerzas de seguridad sofocaran violentamente las protestas contra el alza fiscal, reavivó el descontento público y reforzó la opinión pública de que Ruto no se arrepiente y es reacio a escuchar a su pueblo.
A un nivel inusual para un gobernante africano, Ruto habla constantemente sobre los empeños para expandir la base tributaria. Sus negociaciones para adquirir nueva deuda con el Fondo Monetario Internacional han atraído críticas de que las reformas propuestas perjudicarán a los pobres y beneficiarán a los políticos y a la clase empresarial.
El año pasado, declaró ante la generación 2025 de la Escuela de Negocios de Harvard que no iba a presidir “un país en bancarrota”.
Los manifestantes “no se sienten escuchados y hay una sensación de que las cosas realmente no han cambiado desde las protestas del año pasado”, expresó Meron Elias, analista en Kenia del International Crisis Group, un organismo sin fines de lucro enfocado en la resolución de conflictos. “Hay mucho dolor y amargura de la protesta del año pasado que también está alimentando las tensiones actuales”.
Peter Kairu, un estudiante de 21 años, estuvo de acuerdo. Dijo que no cree que el gobierno aborde los problemas de corrupción y nepotismo planteados por los manifestantes.
“Hasta que nosotros mismos nos convirtamos en el cambio que queremos”, expresó.
Eileen Muga, una mujer desempleada en Nairobi, se dijo preocupada por la posibilidad de desaparecer “en el momento en que dices algo sobre el gobierno”.
Después de que miles de personas marcharon en Nairobi recientemente para conmemorar el aniversario de las protestas contra los impuestos del año anterior, Ruto dijo que no iba a renunciar, y advirtió que si no había Kenia para él, tampoco la habría para otros.
“Si seguimos por este camino, no tendremos un país”, expresó sobre el movimiento de protesta. “Sí, y el país no pertenece a William Ruto. El país nos pertenece a todos. Y si no hay país para William Ruto, no hay país para ustedes”.
El discurso fue característico de Ruto, y dejó entrever por qué muchos kenianos le temen incluso mientras intentan desafiarlo.
Kipchumba Murkomen, ministro del Interior de Ruto, también ha hablado enérgicamente contra los manifestantes, diciendo que se les tratará con dureza.
Una historia de maniobras políticas
Hace años, cuando era vicepresidente de Kenia, Ruto superó a su predecesor, Uhuru Kenyatta, en una colérica lucha de poder que el presidente perdió.
A veces las fotos mostraban a Ruto mirando con desdén a Kenyatta. La prensa local informó de un incidente en el que Ruto estaba tan enojado con su jefe que sintió que quería abofetearlo. Los dos dejaban ver una relación cercana, casi fraternal en su primer mandato, pero rápidamente se distanciaron al comienzo de su segundo cuando Kenyatta intentó desmantelar la influencia de Ruto sobre la burocracia oficial.
Ruto ganó las elecciones presidenciales de 2022 por un estrecho margen, derrotando al líder opositor Raila Odinga, quien tenía el respaldo de Kenyatta. Desde entonces Ruto ha cooptado a Odinga, atrayéndolo para que sea un aliado político, pero también eliminando a un posible rival en las próximas elecciones.
Ruto se distanció de su vicepresidente, Rigathi Gachagua, en los primeros dos años de la presidencia. En octubre, los legisladores del partido gobernante destituyeron a Gachagua en un proceso parlamentario del que Ruto dijo no tener nada que ver. Gachagua insistió en que los legisladores actuaban por instigación de Ruto.
Ruto le hizo a Gachagua lo que Kenyatta eligió no hacerle a Ruto, y algunos consideraron que la destitución de Gachagua era otra señal de que Ruto es intolerante y no se puede confiar en él, dijo el analista político Macharia Munene.
Cuando se postuló para presidente, Ruto planteó que él era alguien externo al gobierno y solicitó apoyo electoral, proyectándose como líder de una llamada “nación de luchadores”, una campaña que, según él, mejoraría la economía de los kenianos comunes.
La estrategia atrajo a millones que pasan apuros con el desempleo y la desigualdad. Comerciantes informales, motociclistas de pasajeros y mujeres del mercado solían estar entre sus seguidores. Ruto también se alineó con el movimiento cristiano evangélico, y a menudo se le veía cargando una Biblia y predicando en púlpitos.
Después de asumir el cargo, Ruto habló de la necesidad urgente de hacer que la deuda de Kenia sea sostenible. Meses después llegaron los aumentos de impuestos en un controvertido proyecto de ley financiero. También eliminó los subsidios al combustible que muchos kenianos ya daban por sentados.
“Creo que es una cuestión de prometer en exceso y cumplir poco”, dijo el abogado Eric Nakhurenya, analista de políticas gubernamentales. “Por eso los kenianos están enojados”.
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Muhumuza informó desde Kampala, Uganda.
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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.