Movimiento católico peruano Sodalicio confirma su desaparición por orden del papa Francisco

LIMA (AP) — El movimiento católico Sodalicio de Vida Cristiana (SVC) anunció el lunes que su máxima autoridad firmó formalmente su desaparición, que fue ordenada en enero por el papa Francisco, tras años de intentos de reforma y una investigación del Vaticano que reveló abusos sexuales por parte de su fundador, mala gestión financiera de sus líderes y abusos espirituales de sus principales miembros.

En un comunicado publicado en su sitio de internet el Sodalicio indicó que el Superior General del movimiento, el colombiano José David Correa, firmó el “decreto de supresión” en presencia de Sor Simona Brambilla, la prefecta del Dicasterio para Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, el organismo del Vaticano del cual depende el movimiento.

El Sodalicio añadió que monseñor Jordi Bertomeu, oficial del Dicasterio de Doctrina de la Fe, fue nombrado Comisario Apostólico “para las tareas relacionadas con la supresión” del movimiento que “pone fin a nuestra sociedad”. “Nuestra mirada se dirige también a las víctimas, les reiteramos nuestro sincero pedido de perdón por los maltratos y abusos cometidos en nuestra comunidad”, se indicó.

La disolución del Sodalicio marca el final definitivo de lo que ha sido una lenta muerte del movimiento, que fue fundado en 1971, como una de varias sociedades católicas creadas como reacción conservadora a la Teología de la Liberación de izquierda que se extendió por Latinoamérica.

“El Sodalicio y sus ramificaciones dejó de existir para siempre con la supresión”, dijo a The Associated Press Pedro Salinas, un periodista peruano y exmiembro del movimiento, quien en colaboración con su colega Paola Ugaz publicó un libro en 2015 en el que detalló los abusos dentro del movimiento.

“Ahora será labor del comisario Jordi Bertomeu liquidar los bienes para la reparación de las víctimas”, añadió Salinas. Según el código de derecho canónico, la decisión sobre los bienes del Sodalicio está reservada al Vaticano.

Exmiembros del Sodalicio se quejaron sin recibir atención ante la arquidiócesis de Lima en 2011 sobre abusos por parte del fundador, Luis Figari. No obstante, las primeras acusaciones contra el movimiento habían empezado en 2000 en varios artículos publicados en la revista Gente por el exmiembro José Enrique Escardó. Sin embargo, ni la iglesia local ni la Santa Sede tomaron medidas hasta la publicación del libro de Salinas y Ugaz.

En 2017 un informe encargado por la dirección del grupo determinó que Figari sodomizaba a sus reclutas y las sometía a humillantes abusos psicológicos y otros abusos sexuales.

Tras un intento de reforma, Francisco envió a sus dos investigadores de mayor confianza, el arzobispo Charles Scicluna y monseñor Jordi Bertomeu, para investigar los abusos del Sodalicio. Su informe descubrió abusos “sádicos” de poder, autoridad y espiritualidad propios de una secta, abusos económicos en la administración del dinero e incluso abusos periodísticos de acoso a los críticos.

El reporte también dio lugar el año pasado a la expulsión de Figari y de 10 miembros principales, incluido un arzobispo que había demandado a Salinas y Ugaz por sus denuncias y que fue obligado a jubilarse anticipadamente. El 20 de enero el Sodalicio confirmó que el papa Francisco había ordenado su disolución.

La voluntad de Francisco de suprimir al movimiento contrasta con la decisión tomada por su predecesor, el papa Benedicto XVI, cuando se enfrentó a otra poderosa y rica orden conservadora latinoamericana, los Legionarios de Cristo, fundada en México.

Ante la misma evidencia de depravación por parte de su fundador y la falta de un espíritu fundacional, o carisma, que sustentara la Legión, Benedicto XVI optó en 2010 por una vía de renovación, haciendo caso omiso de las peticiones de que se suprimiera la Legión.