Reunión con Trump corona el cambio del líder sirio de yihadista a socio incipiente en Oriente Medio
Reunión con Trump corona el cambio del líder sirio de yihadista a socio incipiente en Oriente Medio
BEIRUT (AP) — Cuando era miliciano de Al Qaeda en Irak, el ejército estadounidense lo detuvo. En su calidad de líder de un grupo que luchaba en la guerra civil de Siria al que Washington había calificado de terrorista, se ofrecía una recompensa de 10 millones de dólares por su cabeza.
Y ahora, siendo presidente interino de una Siria en rápido cambio, Ahmad al Sharaa estrechó la mano el miércoles del presidente estadounidense Donald Trump, quien luego dijo que se trataba de un “tipo joven y atractivo” con un “pasado muy sólido”.
El apretón de manos, en una reunión orquestada por los gobernantes de Arabia Saudí y Turquía, captó el largo recorrido de Al Sharaa, de ser un yihadista endurecido hasta convertirse en el gobernante de un país que poco a poco está dejando atrás su estatus de paria al consolidar lazos con los principales aliados de Estados Unidos en Oriente Medio.
Trump indicó que levantaría las duras sanciones que se le impusieron al gobierno del depuesto presidente sirio Bashar Assad, quien fue derrocado en diciembre, expresando su esperanza de que Al Sharaa, quien encabezó la insurgencia, pueda llevar a Siria en una nueva dirección.
"Él tiene una verdadera oportunidad de mantenerla unida”, expresó Trump. “Es un verdadero líder. Encabezó una ofensiva, y es bastante asombroso”.
La noticia desató festejos en toda Siria, donde la economía ha sido devastada por 14 años de guerra civil y aislamiento internacional. Pero Al Sharaa aún enfrenta retos abrumadores para construir el tipo de Siria pacífica y tolerante que ha prometido.
De extremista de Al Qaeda a estadista
Antes de derrocar a Assad, Al Sharaa era conocido por el seudónimo yihadista que adoptó, Abu Mohamed Al Golani. Sus vínculos con Al Qaeda se remontan a 2003, cuando se sumó a la insurgencia tras la invasión de Irak encabezada por Washington.
Ayudó a Al Qaeda a formar una rama en Irak que atacó a las fuerzas estadounidenses y a la mayoría chií del país, a menudo utilizando coches bomba y camiones bomba. Fue detenido por Estados Unidos y permaneció cinco años tras las rejas sin ser acusado de cargos formales.
El líder iraquí del grupo, Abu Bakr Al Baghdadi, envió a Al Sharaa a su Siria natal en 2011 después de que un alzamiento popular fuera enfrentado con una brutal represión y a la larga se desatara una guerra civil en toda regla. Allí, Al Sharaa estableció una rama de Al Qaeda a la que se le llamó Frente Nusra.
Los dos líderes insurgentes tuvieron una brutal ruptura cuando Al Sharaa se negó a unirse al grupo Estado Islámico de Al Baghdadi y permaneció leal al liderazgo central de Al Qaeda. Posteriormente el Frente Nusra combatió al EI.
En su primera entrevista en 2014 en la cadena qatarí Al Jazeera, mantuvo su rostro cubierto y declaró que Siria debería ser gobernada por la ley islámica, una perspectiva alarmante para las minorías cristianas, alauitas y drusas del país. Al Sharaa también manifestó que no podía confiar en los gobernantes de los países del Golfo Pérsico y otros líderes árabes que, según él, se habían vendido a Washington con tal de mantenerse en el poder.
“Pagaron un impuesto, estos gobernantes árabes, a Estados Unidos”, expresó.
Pero en los años siguientes comenzó a reinventarse a sí mismo y al grupo armado que lideraba. En 2016 anunció que había cortado lazos con Al Qaeda. Comenzó a aparecer en público sin máscara y con atuendo militar, y cambió el nombre de su grupo a Hayat Tahrir al Sham —la Organización para la Liberación de Siria— mientras consolidaba el control sobre una franja del noroeste del país.
Su transformación —política y de vestimenta— continuó en 2021, cuando concedió una entrevista a una cadena estadounidense. Esta vez apareció con camisa y pantalones, con cabello corto peinado hacia atrás, y aseguró que su grupo no representaba una amenaza para Occidente. También pidió que se levantaran las sanciones a Siria.
Una promesa de cambio, pero muchos obstáculos
Tras encabezar la insurgencia relámpago que derrocó a Assad, Al Sharaa prometió una nueva Siria.
Se comprometió a librar al país de la influencia iraní y de los grupos armados respaldados por Teherán, tales como la milicia libanesa Hezbollah. Prometió un gobierno inclusivo y representativo que les permitiría a los diversos grupos étnicos y religiosos del país vivir en paz.
Washington levantó la designación de terrorista semanas después de que él asumiera el poder, y fue acogido por Turquía y Arabia Saudí, cuyo líder de facto, el príncipe heredero Mohamed bin Salman, organizó la reunión del miércoles con Trump.
Pero las dificultades han sido abrumadoras.
Catorce años de guerra dejaron grandes áreas en ruinas y, sumadas a las sanciones, devastaron la economía. Se estima que el 90% de la población vive en la pobreza. El gobierno de Assad y la guerra civil también causaron profundas fisuras entre la minoría suní del país y la minoría alauita de la que provenía Assad, y que se benefició de su gobierno. Esas divisiones han resultado difíciles de subsanar.
Al Sharaa formó un gobierno de transición que dio algunos cargos a miembros de las minorías, pero estaba dominado por su círculo de allegados.
Posteriormente una declaración constitucional amplió los poderes de Al Sharaa y señaló que la ley islámica seguiría siendo el núcleo de las leyes durante un período interino de cinco años. Al Sharaa argumentó que las medidas eran necesarias para estabilizar el país, mientras que muchos críticos las consideraron una toma de poder.
“Parece que muchos de los pasos tomados han sido apresurados y escénicos en lugar de ofrecer un cambio genuino y significativo en Siria”, expresó Lara Nelson, directora de políticas del grupo sirio de investigación y políticas Etana. “Preocupa una consolidación autoritaria”.
Enfrentamientos sectarios mientras persisten las tensiones de la guerra civil
La mayor prueba para Al Sharaa llegó en marzo, cuando el país presenció sus peores enfrentamientos sectarios desde la caída de Assad.
Después de que las fuerzas de seguridad aplastaran una rebelión armada, aparentemente liderada por leales a Assad en la costa mediterránea —habitada en su mayoría por alauitas—, combatientes leales al nuevo gobierno llevaron a cabo una ola de asesinatos por venganza.
Más de 1.000 personas fueron asesinadas en dos días, en su mayoría civiles alauitas. Surgieron videos en línea que mostraban casas incendiadas y cuerpos en las calles. Otros mostraban a alauitas siendo acorralados, ridiculizados y golpeados.
Semanas después se desataron enfrentamientos entre combatientes leales al gobierno y la minoría drusa que vive en los suburbios de Damasco. Incidentes menores de este tipo han ocurrido en otras partes del país.
Mientras tanto, Israel ha invadido el sur de Siria y ha llevado a cabo una serie de ataques aéreos que, según dice, pretenden destruir las capacidades militares del país y cualquier grupo armado que puediese representar una amenaza. Este mes se efectuó un ataque cerca del palacio presidencial.
Al Sharaa ha abierto una investigación sobre la violencia sectaria en la costa y ha llegado a un acuerdo con los drusos. Por ahora esas medidas han apaciguado la situación. Pero la violencia interna y las incursiones de Israel han alimentado la sensación entre muchos sirios de que hay un vacío en la seguridad.
Incluso mientras elogiaba a Al Sharaa, Trump reconoció los enormes retos que enfrenta.
“Creo que tienen que ponerse en orden”, expresó el mandatario estadounidense. “Tienen mucho trabajo por hacer”.
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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.