Un débil Francisco ejerce su poder y redefine la narrativa de cómo utilizan su autoridad los papas
Un débil Francisco ejerce su poder y redefine la narrativa de cómo utilizan su autoridad los papas
CIUDAD DEL VATICANO (AP) — Durante su primer viaje al extranjero en 2013, Francisco fue noticia por cargar con su maletín de cuero negro al embarcar en el vuelo chárter de Alitalia con destino a Brasil, ya que los papas nunca llevan maletas y hasta la década de 1970 eran trasladados en tronos.
Cuando le preguntaron qué había en el maletín, el jesuita argentino bromeó diciendo que no eran los códigos nucleares. Pero parecía desconcertado por que algo tan normal como que un pasajero de avión cargue una bolsa pudiera causar tanto revuelo.
“Siempre he llevado una bolsa conmigo cuando viajo, es normal”, dijo en su primera conferencia de prensa como papa. “Debemos acostumbrarnos a ser normales. La normalidad de la vida”.
Durante más de 12 años, Francisco ha buscado ese tipo de normalidad para su papado con su estilo informal y su desdén por la ostentación, mientras se asegura de seguir ejerciendo el impresionante poder que ostenta el vicario de Cristo en la Tierra y el último monarca absoluto de Europa.
La forma en que ha gestionado su hospitalización de cinco semanas a causa de una neumonía ha seguido ese mismo enfoque: ha permitido al público seguir los habituales altibajos en un hombre de 88 años que lucha contra una compleja infección pulmonar a través de boletines médicos escuetos pero regulares, mientras continúa dirigiendo la Iglesia católica, con 1.300 millones de fieles en todo el mundo.
Francisco ha mantenido el control, en la distancia
Entre sus crisis respiratorias, oraciones y fisioterapia, el papa ha nombrado a más de una docena de obispos, reconoció a un puñado de nuevos santos, autorizó una prórroga de tres años en su emblemático proceso de reforma y envió mensajes públicos y privados. Los cardenales del Vaticano lo han reemplazado en los actos que requerían su presencia.
No es un equilibrio tan sencillo como parece, ya que hay pocas posiciones de poder sean, al mismo tiempo, tan absolutas como el papado y, en tiempos de enfermedad, tan aparentemente frágiles: según el derecho canónico, el papa tiene un “poder supremo, pleno, inmediato y universal ordinario en la Iglesia”. No responde ante nadie más que Dios y sus decisiones son inapelables.
Y aunque los pontífices no están sujetos a campañas de reelección ni a mociones de censura, esencialmente les deben su trabajo a los 120 hombres que los eligieron. Aunque esos mismos cardenales le juran obediencia, en última instancia elegirán a su sucesor de entre sus propias filas. No es de extrañar entonces que las conversaciones sobre cónclaves, aspirantes al papado y desafíos que enfrentará un futuro papa hayan sido un rumor constante en Roma desde que Francisco ingresó en el hospital Gemelli el 14 de febrero.
Francisco es muy consciente de que cada vez que ha ingresado al hospital se han puesto en marcha las intrigas para elegir a su sucesor, lo que contribuye a un cierto estatus de mandatario en funciones. “Algunos me querían muerto”, dijo después de una hospitalización en 2021, cuando se enteró de que se habían celebrado reuniones secretas para planear el cónclave. También sabe que antes incluso de este ingreso, un cardenal anónimo hizo circular un memorando de siete puntos que enumeraba las prioridades para que el próximo papa corrigiera la “confusión, división y conflicto” sembrados por el argentino.
Pero no oculta su debilidad
Y, sin embargo, Francisco nunca ha tenido reparos para mostrar sus debilidades, edad o enfermedades de una forma que parece impensable para figuras públicas para las que cualquier signo de fragilidad puede amenazar su autoridad y socavar su agenda.
A los pocos meses de salir elegido, por ejemplo, contactó con un médico y periodista argentino, el doctor Nelson Castro, y le sugirió que escribiese un libro sobre la salud de los papas, incluida la suya.
“Mi hipótesis es que quería, ante todo, mostrarse como un ser humano”, dijo Castro en una entrevista. “Tendemos a ver a los papas como santos, pero la forma en que habló sobre sus enfermedades me mostró que ‘soy como tú, expuesto a enfermedades’”.
Francisco había leído y apreciado el libro anterior de Castro, “Enfermos de poder”, sobre las dolencias que han afligido a los líderes argentinos y cómo les había afectado el poder. Invitó a Castro a investigar y escribir sobre los pontífices anteriores y su propio caso desde una óptica similar.
“La salud de los papas” se publicó en 2021. Castro afirmó que lo que más le impresionó fue que Francisco reveló no solo sus dolencias físicas, sino también sus problemas de salud mental: contó que había acudido a un psiquiatra cuando era provincial jesuita durante la dictadura militar en Argentina, en la década de 1970, para ayudarlo a lidiar con el miedo y la ansiedad.
“El papa Francisco es un hombre poderoso”, señaló Castro. “Solo un hombre poderoso, que se siente bastante seguro de sí mismo, se atrevería a hablar de sus enfermedades tan abiertamente”.
El equilibrio de la fuerza en la debilidad es algo muy jesuita
Para John Cecero, quien fue provincial jesuita del noreste de Estados Unidos entre 2014 y 2020, la disposición del papa a mostrar sus debilidades mientras ejerce una autoridad suprema es coherente con su formación jesuita y con la enseñanza bíblica de San Pablo de que “cuando soy débil, entonces soy fuerte”.
“Una de las principales virtudes de los que ejercen la autoridad jesuita es la humildad”, dijo Cecero en una entrevista. “En el jesuita como individuo (eso significa) pensar más allá de mi propio interés personal hacia el bien común”.
“Sé que es algo que impulsa a Francisco: que se tenga esa misma humildad”, añadió.
Pero sus críticos se quejan a menudo de que es autoritario, toma decisiones en un vacío y sin respetar la ley y ejerce el poder como un “papa dictador”, el título de un libro escrito por un crítico tradicionalista al inicio de mandato del argentino.
Muchos recitan un chiste sobre la forma en la que los superiores jesuitas ejercen el poder, que se supone que es un proceso de discernimiento conjunto entre el superior y el subordinado, pero, según la broma, puede ser cualquier cosa menos eso: “Yo discierno, tú disciernes, nosotros discernimos... yo decido”.
Esos mismos críticos conservadores, por supuesto, han estado siguiendo atentamente la hospitalización de Francisco y preguntándose si el final de su papado está cerca.
Pero aunque esté ausente, e incluso si tiene que reducir su actividad pública en el futuro, el pontífice sigue en el poder y dirigiendo la Iglesia, afirmó Kurt Martens, abogado canónico en la Universidad Católica de América en Washington D.C.
“Estamos acostumbrados a ver a un papa que está en todas partes todo el tiempo”, señaló. “Pero no olvidemos que en el pasado, no hace tanto tiempo, los papas aparecían (en público) muy pocas veces”.
Puede estar ausente, pero sigue al mando
La desaparición de Francisco de la escena pública ha llevado a algunos a dudar de la autenticidad de la primera -y hasta ahora la única- fotografía del papa publicada por el Vaticano desde su hospitalización. Fue tomada desde atrás y en ella aparece rezando en su capilla privada del hospital, con el rostro oculto.
Avvenire, el periódico de la Conferencia Episcopal italiana, dijo que la imagen no solo era real sino que mostraba a Francisco controlando la imagen que quiere que los fieles tengan del papado y de su enfermedad. Quiere que los espectadores se centren no en el espectáculo de un papa enfermo, sino en lo que le debería importar más a un católico.
“Si no podemos ver su rostro... lo que debemos mirar es precisamente lo que él mismo tiene enfrente: el altar y el crucifijo”, escribió Avvenire.
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La cobertura religiosa de The Associated Press recibe apoyo a través de una colaboración con The Conversation US, con fondos de Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable del contenido.
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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.